De repente cerró los ojos para protegerlos del intenso resplandor que salió de la nada. Cuando los volvió a abrir, se dio cuenta de que no lastimaba su retina. Esa luz azul que le había parecido hermosa en inalcanzable desde el primer instante en que la vio, estaba brillando para ella. Nuevamente cerró los ojos; le parecía imposible que los destellos bailaran sólo para ella, que ni hirieran su iris. Entonces, una voz amiga le dijo que despegara sus párpados, que era el momento de que la luz azul y ella se unieran en un nirvana de felicidad. Y lentamente dejó que esos pequeños pedacitos de piel la dejaran ver la luz. Fue en esa pequeña fracción de tiempo en que se permitió dejar sentir lo que siempre había reprimido en ella. La unión entre los dos colores primarios fue tan maravillosa como el sonido de la lluvia en una noche de tormenta de verano, como el inicio de la vida misma, como el vuelo de la mariposa.
Y ahí comprendió que era verdad que las cosas vienen solas, que el amor no apesta, que los cuentos de hadas pueden convertirse en realidad.
(Esta medio mal escrito, pero fue un momento de inspiración)
1 comentario:
Me gusta!
Publicar un comentario