Ese miedo insoportable cuando el teléfono suena a la noche muy tarde o a la mañana muy temprano, seguido de una tensión silenciosa hasta descubrir si pasó algo tan terrible como esperaba o no pasó nada. Y ahora la incertidumbre constante, las ganas de desconectar el teléfono para que no suene, la culpa por no ir a la clínica a ver a mi abuelo mezclada con la sensación horrible que me generan los hospitales, y la certeza de que ninguna de estas cosas va a impedir que lo que tenga que pasar, pase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario