Y ahí estaba yo, con el pecho bien abierto y las heridas listas para abrirse otra vez. Estaba ahí, preparada para sangrar como nunca antes lo había hecho. Sentía que esa iba a ser la última vez que iba a sangrar: la más dolorosa, pero la última. Estaba segura de que estar ahí escuchando a Luzparís iba a ser terrible, catastrófico, una masacre hacia mi persona. Tenía que lastimarme, reabrir las heridas y hacerme convulsionar del dolor. Pero no. Después de tanta preparación emocional, después de aceptar que ese recital iba a despertar en mí todos esos sentimientos que intento dormir, tener a Luzparís tocando en frente mío no implicó el fin de la tensa calma que de alguna manera estoy sosteniendo.
Y ahí me di cuenta de que las cosas ahora duelen menos, o duelen distinto, o simplemente no duelen, pero me cuesta aceptar que tal vez estoy bien o que voy a estar bien algún día porque me acostumbré a estar asquerosamente mal, y no sé qué rayos va a pasar el día en que las cosas vuelvan a la normalidad.
17 de enero de 2011, 02:48hs.
1 comentario:
Surirrata te entiendo completamente! Estamos igual o parecido :P Quiero hablar contigo... Así que, espero verla pronto
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