Esperé (bueno, supongo que todos esperamos) este viaje por mucho tiempo. Era EL viaje, algo único e irrepetible que a medida que pasaban los días se acercaba más y más, y que cuanto menos faltaba más ansiosa me ponía. Estando allá no caía en que lo estaba viviendo, pero ahora no caigo en que volví a casa, a mi vida normal. Es que me acostumbré a ver la cara de todos en cada momento. Me acostumbré a las risas, las lágrimas, los chistes, la guitarra sonando constantemente. Me acostumbré a vivir en un ambiente muy copado, con una nueva familia dispuesta a ayudarme cada vez que lo necesitara y a disfrutar de once maravillosos días.
El viaje me cambió como persona y me hizo ver el mundo y la vida de forma diferente. Pude conocer nuevas personas, conocer más a las que ya conocía, y conocerme más a mi misma. Cambió los prejuicios que tenía sobre muchas personas, que me sorprendieron con su forma de ser y sus actitudes.
Gracias a todos por estos once días, porque a pesar de todo fue hermoso. Nunca me voy a olvidar de Vida ni de las cuarenta y nueve personas con las que compartí el viaje. Gracias de verdad, fue una experiencia inolvidable que supongo que ninguno de nosotros va a olvidar.
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